sábado, 2 de febrero de 2008

las verdaderas esposas desesperadas

Cuando estaba en la secundaria me preguntaba porque las señoras perdían su tiempo viendo telenovelas, los dramas eran falsos y exagerados, pueriles para mi gusto,, la verdad, perdida de tiempo era mi palabra para ello, me burlaba de todas aquellas que dejaban de hacer cualquier cosa por correr a la televicion a la hora marcada para no perderse un solo instante, la verdad mi vida era demaciado emocionante entre los novios, amigos, salidas, escuela, y demás fantacías juveniles, los sábados de fiesta, bailar hasta caer rendida, recordar el beso robado del chico que te gusta, el coqueteo, las miras de conquista.
Ahora que soy madre, ama de casa y varios años mayor comienzo a comprender porque esas señoras se aferraban a vivir por medio de las heroínas televisivas.
Cuando recién inicia la vida de casada todo sigue emocionante, conocer bien a la pareja, pensar en como complacerlo, te da gusto preparar la comida, arreglar todo en el hogar para que cuando el amor de tu vida te encuentre en casa se sienta feliz, llega el primer hijo y la emoción sigue, verlo como va aprendiendo día a día es emocionante, hasta un estornudo del pequeño es un suceso, pero después del primer año todo cambia, se establece la rutina, las tareas se vuelven repetitivas, dejas de frecuentar a los amigos, cada minuto de cada día de pronto es igual al al del día anterior y al que sigue, las horas se establecen y se quedan a vivir en casa, el amor se va deslavando y aquel hombre que no podía esperar para hacerte el amor a cada instante ya ni siquiera te saluda, la desnudez de los cuerpos deja de ser exitante y el no aparta la vista del televisor cuando le preguntas como te ha ido hoy.
Un día simplemente te convertiste en la sombra de lo que eras, lo sabes, buscas dentro de ti a aquella quince añera pero murió de hastío, eres la sombra del marido, la criada de los hijos, la señora de la casa rosada. pero entonces allí, en la caja idiota, hay una mujer que si es como eras, que se atreve a hacer lo que ahora ya no te atreves, que hace a los hombres mirarla, cándida, dulce, inocente, todo lo que fuiste, inicia la fantacía, un día te reconoces en ella, y deceas con el alma que el galán se enamore de ella, que salga victoriosa de las trampas de las arpías, porque cada triunfo es como si fuera tuyo, porque cada beso de aquel galán no es para ella, es para ti, sufres, pero siempre hay un final feliz, por una hora al día vuelves a ser la princesa, y esclava el resto de tu vida.

No hay comentarios: